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lunes, 29 de enero de 2024

A la venerable monja Xenia, San Gregorio Palamás. Filocalía - Tomo 4


«A la venerable monja Xenia»

San Gregorio Palamás

Filocalía tomo 4

 

Para aquellos que desean vivir verdaderamente la vida monástica, no solo es desagradable la convivencia con los muchos, sino también con aquellos que viven de la misma manera, porque esto interrumpe la continuidad de la comunicación gozosa con Dios y divide en dos y a veces en muchas partes la unidad del νούς nus (espíritu de la psique), que constituye al monje interior y verdadero.

Por eso, uno de los Padres, cuando le preguntaron por qué evitaba a las personas, respondió: «No puedo estar con Dios cuando me relaciono con los seres humanos». Otro, hablando desde su experiencia, considera que no solo la convivencia, sino también la visión de las personas puede perturbar la estabilidad de la tranquilidad y serenidad espiritual y mental de los hisijastas ermitaños (o cristianos ortodoxos). Si alguien examina con precisión, incluso sólo el pensamiento de la llegada de alguien y la anticipación de la visita y la conversación no deja completamente tranquila la parte noética y mental de la psique-alma.

Ahora aquel, que escribe logos, carga su nus y su intelecto con una preocupación aún más intensa. Y si son de aquellos que han progresado en la virtud y debido a la salud psíquica y mental, tienen la agapi-amor incondicional de Dios activa cuando escriben, no lo hacen de manera directa y auténtica. Sin embargo, si son de aquellos que caen en muchas enfermedades y pazos de la psique-alma, como en verdad yo estoy, y necesitan clamar constantemente a Dios: “Sáname, porque he pecado contra Ti” (Salmo 40:5), no es correcto que antes de su psicoterapia y sanación abandonen la oración y se ocupen de cualquier otra cosa voluntariamente.

Además, con sus escritos, uno conversa también con los ausentes y transmite el discurso en tiempos a más personas, a veces incluso a aquellos a quienes no quisiera, ya que los textos permanecen hasta después de la muerte de quien los escribió. Por eso, muchos Padres, eminentes hisijastas ermitaños, no quisieron escribir nada, aunque podrían haber expuesto cosas importantes y beneficiosas.

Yo, aunque estoy muy lejos de la precisión de aquellos, solía escribir, pero solo cuando había una necesidad urgente. Sin embargo, ahora me he vuelto más cauteloso, y eso especialmente aquellos que con ojos envidiosos vieron algunos de mis escritos, buscando oportunidades para perjudicarme. Estos, según San Dionisio el Areopagita, se ven afectados hostilmente por las letras, los números y las líneas sin sentido, así como por sílabas y palabras desconocidas que no llegan a la parte espiritual y mental de sus psiques-almas.

En realidad, es ilógico, malo y totalmente inapropiado para aquellos que desean comprender las realidades y cosas divinas no prestar atención al significado del contenido, sino a las palabras. Yo conozco bien cómo recibí justamente sus acusaciones. No es que no escribiera de acuerdo con los Padres. Esto con la χάρις jaris (gracia, energía increada) de Cristo, lo mantuve en mis escritos. Pero escribí sobre cosas por las que no era digno y, similar a Ozias (2 Reyes 6:6-7), intenté con el logos mantener el vehículo de la verdad que corría el riesgo de volcar.

Ciertamente, el castigo que recibí de Dios no fue en forma de ira, sino como una pedagogía y corrección medida. Por eso, aquellos que se levantaron en mi contra no prevalecieron. Pero esto se debe más a mi indignidad. Parece que no era digno ni capaz de sufrir algo por la verdad y convertirme en un compañero alegre de las aflicciones y padecimientos de los Santos.

¿Acaso también san Juan el Crisóstomo, que durante toda su vida estuvo unido a la Iglesia de los primogénitos en el cielo y escribió logos de piedad con autoridad, claridad y dulzura como nadie más, ¿acaso, pues, él no fue separado de la Iglesia y no fue condenado al exilio desterrado porque supuestamente promovía la herejía de Orígenes? Y Pedro, el puntal entre los principales del baile de los discípulos del Señor, dice que en ese tiempo los ignorantes torcían los pasajes difíciles de comprender de las epístolas del gran Pablo, con el resultado de ser conducidos a la perdición (2 Pedro 3:16).

Yo, por la pequeña molestia que me causaron mis oponentes, aunque fueron condenados sinódicamente en un sínodo/concilio, tenía la intención de dejar de escribir por completo si tú, Santa Yerontisa, no me hubieras instado incansablemente con cartas y mensajes hasta que me convenciste a ocuparme nuevamente con logos a modo de consulta. Aunque tú no tienes una gran necesidad de consejos, porque tienes, con la χάρης jaris (gracia, energía increada) de Cristo, junto con tu avanzada edad y el respeto por la sabiduría, has leído y aplicado la ley de los mandamientos divinos durante muchos años, compartiendo apropiadamente tu vida en obediencia y en hisijía (paz y serenidad divina interior y exterior).

Con estos logos, has suavizado la tableta de tu psique-alma y la has hecho adecuada para que las letras divinas se graben en ella y no se borren. Pero tal es la psique-alma que es totalmente dominada por el anhelo de enseñanza espiritual; nunca se sacia. Por eso, la Sofía-Sabiduría de Dios dice de sí misma: “Los que me comen, tendrán hambre aún más” (S Sirác 24:21). Y el Señor, que coloca este anhelo dentro de nosotros, habla de María, quien eligió la ‘mejor parte’, diciendo que no le será quitada (Luc 10:42).»

Tú también necesitas esta enseñanza adicional, especialmente para las hijas del Gran Rey, es decir, las monjas, que viven bajo tu dirección y pedagogía espiritual, y especialmente para Synesi, a quien deseas presentar como una novia de tu propio linaje al Cristo, el Dador de la incorruptibilidad y la inmortalidad. Te has convertido en su imitadora; es decir, así como Él asumió realmente nuestra forma por nuestra causa y amor, ahora tú has asumido el papel de los principiantes que necesitan enseñanza.

Por eso, aunque no tengo habilidades en logos, especialmente en tales logos como estos, con lo que tengo ahora, cumpliré el deber del amor en Cristo para demostrar mi buena intención y obedecer y cumplir el mandamiento: “Al que te pida algo, dáselo” (Mat 5:42).

Así que debes saber, Santa Yerontisa, o mejor dicho, escucha tú para transmitir a las jóvenes que han elegido la vida en Dios, que existe una muerte de la psique-alma, que por naturaleza es inmortal. Así lo afirma el Teólogo, el discípulo más amado de Cristo: “Hay un pecado que lleva a la muerte, y otro que no lleva” (1 Juan 5:16-17), y en este caso se refiere sin duda a la muerte de la psique-alma.

Y el gran Pablo dice: “El dolor o tristeza, aflicción según el mundo produce la muerte” (2 Cor 7:10); se refiere naturalmente a la muerte de la psique-alma. En otro lugar dice: “Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará” (Efes 5:14). ¿A quiénes ordena levantarse de entre los muertos? Ciertamente, de aquellos que han muerto debido a los deseos carnales, que luchan contra la psique-alma (1 Ped 2:11). Por eso, Cristo llamó “muertos” a los que viven en el mundo vano. ¿Por qué no permitió que el discípulo enterrara a su padre, sino que le ordenó seguirlo y dejar que los muertos entierren a sus muertos (Mat 8:22)? Aquí, el Señor llamó “muertos” a los vivos que están muertos en la spique-alma.

Es decir, así como la separación de la psique-alma del cuerpo es la muerte del cuerpo, de la misma manera, la separación de Dios de la psique-alma es la muerte de la misma. Y el verdadero significado de la muerte es esta, la muerte de la psique-alma. Esto es lo que Dios daba a entender por Su mandamiento en el Paraíso cuando dijo a Adán: “En el día que comas del árbol prohibido, (del árbol del conocimiento del bien y del mal), ciertamente morirás” (Gén 2:17).

Entonces, debido a la transgresión, la psique-alma de Adán murió, al separarse de Dios, mientras que su cuerpo continuó viviendo hasta los novecientos treinta años (Gén 5:5). Pero la muerte que prevaleció y predominó en la psique-alma debido a la transgresión no solo debilita la psique-alma y hace al hombre maldito, sino que también hace que el cuerpo sea muy trabajoso, sufrido, corruptible, y finalmente lo entrega a la muerte.

Porque entonces, después de la necrosis mortificación, es decir, del hombre interior debido a la transgresión, oyó Adán, el terrenal que “la tierra será maldita y te mostrará tus obras con dificultades; te producirá espinas y cardos, y con el sudor de tu rostro comerás tu pan, hasta que vuelvas a la tierra de la cual fuiste formado; porque polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:17-19).

En nuestro futuro nuevo nacimiento, en la resurrección de los justos, también resucitarán los cuerpos de los impíos y pecadores, pero para ser entregados a la segunda muerte (Apocalipsis 20:14), al infierno eterno, al gusano inmortal (Marc 9:44), al rechinar de los dientes, a la oscuridad exterior y palpable (Mat 8:12), a la sombría e inextinguible Gehena del fuego (Mat 5:22), según el Profeta que dice que los impíos y pecadores serán arrojados juntos a un fuego que nadie podrá apagar (Isaías 1:31).

Esa es la segunda muerte, como nos enseñó Juan en el libro Apocalipsis. Escucha lo que también dice el gran Pablo: “Porque si vivís según los bajos instintos animales, os espera la muerte espiritual eterna; pero si, vivís conforme los principios espirituales y las dinamis energías y potencias que regala el Espíritu, evitáis y dais muerte a las acciones carnales, y viviréis eternamente cerca y junto con Dios (Rom 8:13). Aquí se habla de la vida y la muerte en el futuro siglo; la vida se refiere al disfrute del reinado de la eterna realeza increada, y la muerte al eterno infierno.

Por lo tanto, la transgresión del mandamiento de Dios se convierte en la causa de toda muerte, tanto para la psique-alma como para el cuerpo, tanto en la vida presente como en aquel infierno eterno. Esta es de por sí misma la muerte, separarse la psique-alma de la Jaris divina, Gracia increada y se una al pecado. Esta muerte es realmente espantosa y repugnante para aquellos que son sensatos y coherentes. Para aquellos que saben apreciar las cosas, es más aterradora y más repugnante que el castigo en la gehena o infierno.

Y esta muerte debemos evitarla nosotros también con todas nuestras fuerzas. Debemos desechar y rechazar todo lo que, en nuestras relaciones, praxis, acciones y deseos, nos aleje y nos separe de Dios y nos lleve a esta muerte. Porque aquel que teme esta muerte y se ha preservado de ella, no temerá la muerte del cuerpo cuando llegue, ya que tendrá como inquilino dentro de él la verdadera vida, la cual no puede ser extinguida por la muerte corporal.

Por tanto, así como la muerte de la psique-alma es la muerte principal así también la vida de la psique-alma es la vida principal. La vida de la psique-alma es la unión con Dios, al igual que la vida del cuerpo es la unión con la psique-alma. Y así como con la transgresión de los mandamientos se separó la psique-alma de Dios y la llevó a la muerte, así con la obediencia a los mandamientos la vuelve a unir a Dios y la vivifica. Por eso, el Señor dice en los Evangelios: “Las logos que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63). Lo mismo decía al Señor también el apóstol Pedro, quien lo aprendió por experiencia: “Tú tienes logos de vida eterna” (Jn 6:68). Pero estas palabras guían a la vida eterna a aquellos que obedecen, mientras que para aquellos que desobedecen, este mandamiento de vida se convierte en causa de muerte (Rom 7:10).

Así también los Apóstoles, mientras eran ‘fragancia de Cristo’, para algunos eran el olor de la muerte que da muerte, mientras que para otros eran el olor de la vida que da vida (2 Cor 2:15-16). Esta vida, nuevamente, no es solo la vida de la psique-alma, sino también la del cuerpo, ya que a través de la resurrección, también el cuerpo se hace inmortal. No solo libera al cuerpo de la mortalidad, sino también de la muerte eterna que nunca termina, es decir, aquel infierno futuro, otorgándole también la vida eterna en Cristo, una vida sin dolor, sin enfermedad, sin tristeza, realmente inmortal.

Así como en la muerte de la psique-alma, es decir, en la transgresión y el pecado, siguió la muerte del cuerpo y su descomposición en la tierra, y en la muerte corporal siguió la condenación de la psique-alma en el Hades, así en la resurrección de la psique-alma, que es el regreso a Dios mediante la obediencia a los mandamientos divinos, seguirá la resurrección del cuerpo que se unirá nuevamente con la psique-alma.

Y en esta misma resurrección seguirá la verdadera incorrupción y la vida eterna con Dios para aquellos que lo merezcan, ya que desde seres carnales se convertirán seres espirituales y vivirán en el cielo como ángeles, como dice el Apóstol: “Seremos arrebatados en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tes 4:17). Del mismo modo en que el Hijo de Dios, que se hizo hombre por filantropía amor a la humanidad o al hombre, murió físicamente y Su psique-alma se separó de Su cuerpo, pero su divinidad no se separó de Él, por lo que después de su resurrección, tomó su cuerpo glorificado al cielo, así también aquellos que vivieron aquí de acuerdo con la voluntad de Dios.

Es decir, así como, cuando se separan de sus cuerpos, no se separan de Dios, en la resurrección tomarán también sus cuerpos junto a Dios, entrando con una alegría indescriptible allí donde Jesús ingresó como precursor para nosotros (Hebr 6:20), para disfrutar juntos de Su doxa-gloria increada que está por manifestarse (1 Ped 5:1). Y no solo participarán en Su resurrección, sino también en Su ascensión y en toda Su hermosa vida divina. Sin embargo, lo mismo no ocurrirá con aquellos que vivieron aquí de manera carnal y que, en la hora de la muerte, se encuentran sin ninguna comunión con Dios. Porque aunque todos resucitarán, cada uno lo hará en su orden, como dice el Apóstol (1 Cor 15:23).

Aquel que aquí mató las praxis del cuerpo por el poder del Espíritu (Romanos 8:13), vivirá allí la vida divina y eterna con Cristo. Mientras que aquel que aquí mató el espíritu por los deseos carnales y los pazos, allí, lamentablemente, será condenado junto con el diablo, el autor y causante del mal, y será entregado a un insoportable y sin fin infierno que nuestro nus con su mente o intelecto no puede percibir y concebir, lo que es la segunda muerte (Apocalipsis 20:14), la eterna y permanente.

¿Dónde tuvo su inicio la verdadera muerte que causó tanto la muerte temporal como la eterna en la psique-alma y el cuerpo? ¿No en el lugar de la vida? Por eso, el hombre fue condenado y expulsado de inmediato del Paraíso de Dios, porque hizo su vida mortal e inapropiada para el Paraíso divino. Por lo tanto, la verdadera vida, que otorga la inmortalidad tanto a la psique-alma como al cuerpo, comenzará aquí, en el lugar de la muerte. Y aquel que no se apresura a hacerla aquí posesión de su psique-alma, que no se engañe a sí mismo con vanas esperanzas en que la obtendrá allí. Ni tenga la esperanza de que recibirá la filantropía y compasión de Dios en ese momento, porque ese será el tiempo de retribución y venganza, y no de simpatía, filantropía y misericordia (Jeremías 28:6).

Entonces será tiempo de manifestación de la ira, el enojo y la indignación de Dios (Rom 2, 5); un tiempo en el que se verá la poderosa mano divina moviéndose para infernar a los desobedientes. ¡Ay de aquel que caiga en las manos del verdadero Dios! (Hebr 10, 31). ¡Ay de aquel que allí experimente la ira del Señor y no haya conocido desde aquí, a través del temor divino, el poder de Su ira, y no haya asegurado con sus obras la misericordia y filantropía de Dios, utilizando adecuadamente el tiempo presente!

Por eso realmente Dios nos ha concedido también esta vida, dándonos un lugar para la μετάνοια metania. Porque si no fuera así, el hombre habría perdido su propia vida con un solo pecado; ¿qué beneficio habría obtenido de ella? Por lo tanto, la desesperación no tiene lugar entre los hombres, incluso si el maligno la presenta de diversas maneras, no solo a aquellos que viven con indiferencia, sino a veces también a los luchadores.

Porque, en efecto, el tiempo de la vida es un tiempo para la μετάνοια metania, y esto que el pecador continúe viviendo es una garantía para aquellos que desean su retorno, de que Dios lo acepta. Y esto se debe a que el libre albedrío o independencia siempre coexiste con la vida presente. Y es responsabilidad del libre albedrío o libre voluntad elegir o evitar el camino de la vida y la muerte, como mencionamos antes; porque tiene la capacidad de adquirir lo que quiera. Entonces, ¿dónde puede encontrar un lugar la desesperación cuando todos pueden, cuando quieran, obtener la vida eterna? ¿No ves la grandeza de la filantropía y misericordia de Dios? Cuando desobedecemos, no nos impone de inmediato Su justo castigo, sino que es tolerante, magnánimo y con la μετάνοια metania nos da tiempo de retorno.

En este tiempo de Su magnanimidad y paciencia, nos otorga el poder, si lo deseamos, de convertirnos en Sus hijos. ¿Qué quiero decir con convertirnos en Sus hijos? Unirnos con Él y ser uno en espíritu con Él. Pero incluso en este tiempo de magnanimidad y paciencia, si seguimos el camino opuesto y amamos la muerte más que la verdadera vida, Él no nos quita el poder que nos dio. Y no solo no nos lo quita, sino que también nos llama de nuevo a Su lado y nos busca en todas partes para hacernos regresar a las obras de la vida, como en la parábola de la viña (Mat 20, 1-16), desde la mañana hasta la noche de esta vida nuestra.

Pero, ¿quién es aquel que llama y nos toma como trabajadores con salario? Es el Padre de nuestro Señor Jesús Cristo, el Dios que nos proporciona todo refuerzo y consuelo (2 Cor 1, 3). Y ¿cuál es la viña a la que nos llama para trabajar? Es el Hijo de Dios, quien dijo: «Yo soy la vid» (Juan 15, 1). Porque nadie puede ir a Cristo, como Él mismo dijo en los Evangelios, si el Padre no lo atrae (Juan 6, 44). Y ¿quiénes son las ramas de la parra? Somos nosotros. Escucha de nuevo lo que Él dice: «Vosotros sois las ramas de la parra y Mi Padre es el labrador» (Juan 15, 1 y 5). Entonces, el Padre, reconciliándonos Consigo mismo a través del Hijo y no teniendo en cuenta nuestros pecados pasados (2 Corintios 5, 19), nos llama no como adheridos a obras absurdas e incorrectas, sino como perezosos. Aunque la pereza también es un pecado, ya que daremos cuenta incluso por una palabra ociosa (Mat 12, 36).

Pero como dije, Dios, pasando por alto nuestros pecados anteriores, nos llama una y otra vez. ¿Y para qué nos llama? Para que trabajemos en la viña, que quiere decir las parras, es decir, para nosotros mismos. Y luego, oh, la incomprensible filantropía y misericordia de Dios, nos promete un salario y nos lo da, aunque estemos trabajando para nosotros mismos. «Venid», dice, «tomad la vida eterna que os proporciono abundantemente. Y como si os debiera algo, os pagaré un salario por vuestro trabajo en el viaje y por el hecho de que solo quisisteis recibirlo de Mí». ¿Quién no debe rescate a su Redentor de la muerte? ¿Quién no debe ser agradecido con el Dador de la vida? Sin embargo, el Señor además promete adelantar un salario, y especialmente un salario inefable. Lo dice Él mismo: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Juan 10, 10). ¿Cuál es esa abundancia? No solo estar con Él y vivir con Él, sino que los hará también Sus hermanos y coherederos.

Así que esta abundancia, como corresponde, es la recompensa que se da a aquellos que corrieron con entusiasmo en la Viña vivificante y se convirtieron en Sus sarmientos, trabajaron por sí mismos y cultivaron para sí mismos. ¿Y qué hicieron? En primer lugar, cortaron todo lo superfluo que no contribuía a su propósito, sino que, por el contrario, se constituían en un obstáculo para producir frutos dignos para el almacén divino. ¿Cuáles son estos? La riqueza, el placer o hedonismo, la vana gloria, todo lo que fluye y pasa, cada pazos de la psique-alma y del cuerpo, lo abominable y malvado, todo el torrente de pensamientos elevados de la διάνοια diania (intelecto, mente), cada sonido, oído y espectáculo, y cada logos que puede dañar la psique-alma. Porque si alguien no cuida con todo su esmero cortar y limpiar los brotes de su corazón, nunca dará frutos para la vida eterna (Jn 4, 36).

Es posible, por supuesto, que incluso los casados persigan esta pureza, pero con gran dificultad. Por eso, todos los que desde su juventud han sido compadecidos y librados por Dios y han vuelto los ojos penetrantes de su diania (intelecto, mente) hacia la vida eterna y se han convertido en amantes de la cosas buenas, evitan el matrimonio, y hacen bien en hacerlo, porque cuando los muertos resuciten, como dijo el Señor, no habrá cuestiones de matrimonio para ellos, sino que serán como los ángeles de Dios (Mat 22, 30). Por lo tanto, quien quiera ser como un ángel de Dios, debe hacerse desde aquí superior de la unión carnal, como serán los co-participantes de la resurrección (Luc 20, 36). Además, también la razón del pecado encontró un punto de apoyo desde el principio en la esposa.

Por lo tanto, aquellos que desean no dar cabida al astuto mal, deben renunciar al matrimonio. Si incluso el propio cuerpo que tenemos es rebelde y difícil de disciplinar en la virtud, o más bien, tiene tendencias contrarias innatas, ¿qué pasará entonces y cuánto aumentaremos nuestra dificultad para la virtud cuando nos conectemos con muchos y diversos cuerpos? ¿Cómo obtendrá la libertad por la que lucha, aquella que se ha atado a sí misma con lazos naturales con un esposo, hijos y todos los parientes? ¿Cómo orará sin preocupaciones al Señor la que asumió tantas responsabilidades? ¿Cómo se librará de los ruidos aquella que está entre tantas multitudes?»

Por lo tanto, la verdadera virgen que se asemeja al Hijo Virgen de la Virgen, el Novio de las psique-almas que han vivido como se debe en pureza, no solo en el matrimonio carnal, sino también en la compañía secular o mundana, evita a todos los parientes, de modo que pueda hablar con franqueza, como dice Pedro a Cristo: “Nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido.”

Cuando la novia terrenal deja a padre y madre por el bien del novio terrenal corruptible, y se une a él, según la Escritura (Gén 2, 24), ¿qué paradoja enfrenta la virgen si deja a sus padres y se une al Novio celestial y a Su boda? ¿Cómo se le permite tener parientes en la tierra, ella que tiene su ciudadanía en los cielos (Fil 3, 20)? ¿Cómo la que no es hija de la carne, sino del Espíritu, tendrá padres o madres carnales o parientes de sangre? ¿Cómo la que ha renunciado a su cuerpo y siempre lo niega en la medida de lo posible, después de haber rechazado la vida carnal, tendrá alguna relación con cuerpos extraños? Si la semejanza, como dicen, engendra y crea amor, y cada uno es atraído por su semejante, ¿la virgen no se asemejará a los amados y caerá nuevamente en la enfermedad del amor al mundo? La amistad con el mundo es enemistad con Dios (Rom 8, 7; Sant 4, 4), como dice Pablo, el novio que conduce al noviazgo espiritual. Así que la virgen corre el riesgo no solo de divorciarse del Novio sobrenatural y supra-celestial, sino también de enemistarse con Él.

Y, sin duda, no te sorprenderás ni te entristecerás al ver que en las Escrituras no se formula ninguna queja contra las mujeres casadas que se preocupan por asuntos mundanos en lugar de lo que concierne al Señor (1 Cor 7, 34); mientras que para aquellas que han prometido virginidad a Dios, se les prohíbe incluso acercarse a las cosas del mundo y no se les permite vivir con comodidad.

Aunque el apóstol Pablo también dice a los casados: “El tiempo que queda es corto, de modo que los que tienen esposas vivan como si no las tuvieran, y los que lloran, como si no lloraran, y los que se alegran, como si no se alegraran, y los que compran, como si no tuvieran posesiones” (1 Cor 7, 29 y 31). Lo que yo considero más difícil de lograr que la lucha por la virginidad. Porque la experiencia demuestra que el ayuno es más fácil que la continencia o autodominio de alimentos y bebidas. Y uno podría decir justa y verdaderamente: si alguien no se preocupa por su propia salvación, no tenemos nada que decirle. Sin embargo, si su preocupación es la salvación, que sepa que la vida virginal es mucho más beneficiosa y menos laboriosa que la vida conyugal. Pero dejemos esto de lado. Tú ahora, virgen, novia de Cristo, rama de la vid de la vida, considera lo que dije anteriormente. El Señor dice: “’Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. Mi Padre es el viñador, que corta todo sarmiento que no da fruto, para que dé más fruto” (Jn 15, 1-2 y 5). Por lo tanto, considera el cuidado de Dios para ti como una demostración de fructificación de tu virginidad y de la agapi-amor del Novio hacia ti. Y alégrate aún más y esfuérzate por ofrecerle tu obediencia. Después de todo, incluso el oro que en su masa tiene algo de cobre, se le llama falso, mientras que el cobre, cuando se baña con una pequeña cantidad de oro, se vuelve más brillante y más precioso de lo que es.

Así que, virgen, el deseo de las mujeres casadas por ti y tu vida es para ellas un honor, mientras que en ti engendra deshonra anhelar lo que ellas tienen. Porque ese anhelo te lleva de vuelta al mundo, por un lado, porque tendrás relaciones y vivirás con aquellos que viven en el mundo, tú que has muerto para el mundo. Por otro lado, al quedarte cerca de ellos, tú también desearás lo que ellos desean para sí mismos y para sus parientes, es decir, la abundancia de todos los bienes materiales, riqueza, hedonismo, prominencia social, gloria y alegría por todas esas cosas.

Así llegarás a caer del deseo y voluntad del Novio, ya que Él reprueba y condena todas esas cosas en gran medida en los Evangelios, diciendo: “¡Ay de vosotros, los ricos! ¡Ay de vosotros, los que os reís! ¡Ay de vosotros, los saciados! ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!’ (Luc 6, 24-26). ¿Por qué, entonces, los condena? ¿No es porque están muertos en la psique-alma? ¿Qué parentesco tiene, pues, la novia de la vida con los muertos? ¿Qué relación puede tener con aquellos que siguen el camino opuesto? Porque el camino que ellos siguen es ancho y espacioso (Mat 7, 13); y si no se contienen a sí mismos, mezclando algo de tu vida en la suya, llegarán a la perdición perfecta. Mientras que tú entras por la estrecha y llena de dificultades puerta y camino hacia la vida eterna. Y de la estrecha puerta y camino, nadie puede pasar llevando una carga de doxa-gloria mundana, una montaña de placeres y bultos de hedonismo, una carga de dinero, riquezas  y posesiones.

Sin embargo, al escuchar que este camino de la vida es ancho, no lo consideres sin dificultades y tristezas; en realidad, está lleno de muchas y pesadas aflicciones y calamidades. Pero el Señor lo llama ancho y espacioso porque muchos pasan por él (Mat 7, 13) y cada uno lleva una gran carga de materia corruptible. Mientras que tu camino, virgen, es estrecho y no permite que dos pasen juntos.

Por eso, muchas mujeres que primero estuvieron casadas, cuando quedaron viudas, rechazaron el mundo, amando y deseando tu vida sobrenatural y celestial, y eligieron seguir tu camino para participar también en las coronas. A estas viudas el apóstol Pablo les ordena que las honremos, porque perseveran en oraciones y súplicas, con la esperanza en Dios (1 Tim 5, 5).

Aunque también en la vida virginal existe algo doloroso y triste, incluso eso atrae el consuelo divino y nos otorga la realeza increada de los cielos y provoca nuestra salvación. Mientras que la vida mundana, con sus placeres y tristezas, lleva a la muerte. Como dice el Apóstol: “Pues la tristeza querida según Dios produce beneficio espiritual y metania saludable y salvífica, de la que no hay por qué lamentarse; mientras que la tristeza según el mundo engendra depresión y lleva a la muerte espiritual”, (2 Corintios 7, 10).

Por eso, el Señor bendice lo que es contrario a las cosas buenas del mundo, diciendo: “Bienaventurados y felices serán los pobres del espíritu porque de ellos es y será el reinado de la realeza increada de los cielos; (bienaventurados y felices son y serán aquellos que están pobres de males y pecados en el espíritu de su corazón de la psique e humildemente sienten su pobreza espiritual y su dependencia integra con fe y humildad a Dios, porque de ellos es y será la realeza increada de los cielos” (Mateo 5, 3). ¿Por qué, al decir «bienaventurados los pobres», agregó «de espíritu»? Para mostrar que también bendice y acepta la humildad y templanza de la psique-alma.

¿Y por qué no dijo ‘bienaventurados los pobres en espíritu’ – ya que así se manifestaría la humildad – sino que dijo ‘bienaventurados los pobres de espíritu’? Para mostrarnos que incluso la pobreza física es digna de bendición y bienaventuranza y trae la increada realeza celestial, pero solo cuando se practica con humildad de la psique-alma y está unida a ella desde el principio. Es decir, bendiciendo a los «pobres de espíritu», de manera maravillosa indicó el modo, cuál es diríamos como raíz, que produce la pobreza observada en los Santos, o sea, que es espíritu de ellos.

Cuando, de hecho, uno ha incorporado la jaris gracia divina del kerigma evangélico, emana desde dentro de él una fuente de pobreza que riega todo el rostro de nuestra tierra (Gén 2, 6), es decir, al hombre externo, y lo convierte en un paraíso de virtudes. Este tipo de pobreza es bienaventurada por Dios.

Por lo tanto, el Señor, al dar a las personas este logos conciso según el profeta (Oseas 10, 23), reveló la causa de la pobreza voluntaria y su variedad, y después de mostrarla y bendecirla, incluyó en ella sus múltiples resultados, hablando de todo en pocas palabras. Puede uno, de hecho, ser sin posesiones, vivir una vida austera, ser autodisciplinado, continente e incluso voluntariamente pobre, pero para ser alabado por las personas. Este tipo de persona no es «pobre de espíritu». Porque la hipocresía nace de la presunción o jactancia, y la jactancia es opuesta a la ‘pobreza en espíritu’.

Mientras que aquel que tiene el espíritu quebrantado, medido y humilde, es imposible que no se regocije y se alegre incluso en su pobreza y humildad externas. Esto se debe a que se considera a sí mismo indigno de la doxa-gloria, la prosperidad, la abundancia, la comodidad y todas esas cosas. Y él es el pobre que es bienaventurado por Dios, es decir, aquel que realmente se considera indigno de esas bendiciones. Y este es el verdadero pobre, el que no experimenta ni la mitad del contenido de la palabra ‘pobre.’

Por eso, el divino Lucas dijo «Bienaventurados los pobres» (Luc 6, 20), sin agregar «en espíritu». Y ellos son aquellos que han escuchado y seguido y se han vuelto semejantes al Hijo de Dios, que dice: “aprended de mí, que soy apacible y humilde de corazón, y encontraréis psicoterapia y sanación, alivio y descanso, paz y serenidad en vuestras psiques-almas”, (Mat 11, 29), por eso, el reinado de la Realeza increada de Dios les pertenece. Porque son coherederos de Cristo (Rom8, 17).

Dado que la psique-alma se divide en tres facultades o dinamis (potencias) y consta de tres partes, la logística o racional, la irascible y la anhelante, y está enferma en las tres, el Cristo, deseando psicoterapiarla y sanarla, comenzó sabiamente el tratamiento desde la última, la parte anhelante (el deseo). El material que excita la parte irascible es la insatisfacción del anhelo, deseo, y la dispersión de la diania (intelecto, mente) proviene del hecho de que ambos están enfermos. Y nunca puede psicoterapiarse y curarse ni lo irascible si primero no se ha psicoterapiado y sanado el anhelo, deseo, ni lo logístico (racional, intelectual) si primero no se psicoterapian y se sanan los otros dos.

El primer mal engendro o fruto de la parte anhelante, si la examinas, encontrarás que es la codicia por posesiones. No son causantes los deseos que contribuyen a la vida del ser humano, por eso nos acompañan desde una edad muy temprana. En cambio, la avaricia/codicia (amor a la riqueza) se desarrolla más tarde, cuando aún somos niños. De esto se desprende que la codicia/avaricia no tiene su origen en la naturaleza, sino en la elección o preferencia. Es por eso que el venerable Pablo la llamó la raíz de todos los males (1 Tim 6, 10).

La avaricia/codicia engendra y produce muchos males, como la falta de compasión, el engaño, el robo, el hurto, el saqueo, y en general, todo tipo de codicia/avaricia, que el mismo Pablo llamó idolatría (Col 3, 5). Incluso en lo que respecta a los males que no surgen de ella, prácticamente proporciona los medios y los materiales para su existencia. Y estos son los pazos que nacen de la afición y amor a la materia de la psique-alma que no tiene disposición para hacer el bien.

Es más fácil liberarse de los pazos que provienen de nuestra libre elección o preferencia que de los que tienen su origen en la naturaleza. Los pazos de la avaricia/codicia (amor al dinero y riqueza) son difíciles de eliminar debido a la falta de fe en la providencia de Dios. Porque aquel que no cree en ella se apoya en el dinero. Y aunque escuche al Señor decir que “es más fácil pasar una cuerda gorda de las que atan el camello o el barco por un ojo de aguja, que un rico entrar en el reinado de la realeza increada de Dios (o kámilon se llamaban y eran las cuerdas gordas que los helenos-griegos ataban los barcos en el puerto), (Mateo 19, 24), él no considera para nada la increada realeza celestial y eterna, sino que anhela la riqueza terrenal y temporal. Anhela la riqueza, la cual, incluso cuando no se adquiere, solo por desearla causa un gran daño. Porque, como dice Pablo, los que desean enriquecerse caen en tentaciones y trampas del diablo (1Tim 6, 9).

Pero incluso cuando la riqueza llega, muestra que no es nada, ya que los propietarios continúan ansiándola como si no la hubieran recibido y no han aprendido nada de su experiencia. Y el loco amor o deseo ardiente y fatal no proviene de la necesidad; más bien, la necesidad proviene de él, y él proviene de la locura, insensatez, a la cual el Señor justamente llamó necio a aquel que derribaba sus almacenes para construir otros más grandes (Luc 12:18).

Entonces, ¿cómo no sería un necio aquel que por cosas que no pueden beneficiar en nada traiciona lo más beneficioso -ya que sus posesiones no dan vida a nadie, por más abundantes que sean (Luc 12:15)? Y no es un comerciante sabio que tiene los medios para invertir en lo necesario para aumentar el capital de un negocio espiritual verdaderamente lucrativo y una agricultura espiritual muy productiva.

Esta agricultura, incluso antes de que llegue el momento de la cosecha, multiplica cien veces la semilla que se ha gastado, como si predijera la futura ganancia y la cosecha cuando llegue el momento, que serán inefables, inimaginables e incomprensibles. Y lo sorprendente es que esto es más cierto cuanto más pobre es el almacén de donde proviene la semilla. Por lo tanto, no queda excusa para que las personas anhelen la riqueza incluso para hacer el bien.

En realidad, temen la pobreza, no creyendo en Aquel que prometió dar todas las cosas necesarias a aquellos que buscan la realeza increada de Dios (Mat 6:33). Y solo por ese pensamiento, incluso si lo tienen todo, nunca se liberan de ese deseo enfermizo y destructivo, sino que, al acumular constantemente, cargan con una carga inútil, o más bien, construyen para sí mismos una tumba paradójica, mientras todavía están vivos.

Porque los muertos son enterrados en tierra común, mientras que el νοῦς nus (espíritu de la psique) del avaro vivo es enterrado en el oro que también es tierra. Y esta tumba es más sucia que la otra, para aquellos que tienen los sentidos espirituales saludables. Y es aún más sucia, cuanto más oro la ha cubierto. Porque el mal olor de la herida de los miserables enterrados penetra la densidad de este sepulcro y llega hasta el cielo, a los ángeles de Dios y a Dios mismo. Se vuelven repulsivos y realmente dignos de rechazo, porque, según David, apestaron debido a su insensatez (Salmo 37:6).

La voluntaria y desinteresada austeridad o pobreza, que se identifica con la “en espíritu pobreza” bendecida por el Señor, libera a los seres humanos de este pazos repugnante, destructiva y mortífero. El monje o cristiano ortodoxo que tiene este pazos es incapaz de vivir en la obediencia o subordinación. Y si continua cultivándolo en la medida de lo posible, existe un gran temor de sufrir daños corporales irreparables. Gezi, del Antiguo Testamento, y Judas, del Nuevo Testamento, son ejemplos característicos. El primero contrajo lepra (2 Reyes 5:27) como señal de su psique-alma incurable, mientras que el segundo se ahorcó en un campo de sangre, y después de caer de la horca, su abdomen se abrió y sus entrañas se derramaron (Hechos 1:18).

Ahora bien, si la renuncia a las cosas mundanas precede a la obediencia, ¿cómo se llevará a cabo la segunda antes de que se realice la primera? Y si el principio fundamental de la vida monástica y cristiana ortodoxa es la renuncia a lo mundano, ¿cómo puede alguien llevar a cabo de manera efectiva la lucha monástica y cristiana si no ha renunciado primero a la riqueza, los dineros? Algunos podrían decir: si un monje de este tipo no es adecuado para la obediencia, que vaya a retirarse a una celda por sí mismo y dedique su tiempo al estudio y la oración.

Pero el Señor dice: «porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón, en el cielo está vuestro tesoro, en el cielo también vuestro corazón» (Mat 6:21). Entonces, ¿cómo podrá dirigir su mente hacia Aquel que está sentado a la diestra de la Divina Majestad en lo alto de los cielos (Heb 1:3), aquel que atesora abajo en la tierra? ¿O cómo heredará el reinado de la Realeza increada, la cual el deseo de la avaricia/codicia no le permite ni siquiera entrar en su nus (espíritu de la psique)? Por lo tanto, bienaventurados son los «pobres de espíritu», porque de ellos es el reinado de la Realeza increada de los cielos (Mateo 5:3).

¿Ves cuántos pazos el Señor ha cortado con una sola bienaventuranza? Pero no es solo eso, porque la posesión avariciosa es solo el primer fruto del deseo malvado. Hay un segundo, que debemos evitar aún más, y un tercero, no menos malo. ¿Cuál es el segundo? El amor a la gloria, la ambición.

A medida que avanzamos desde la infancia, antes de que aparezca la sensualidad o amor al cuerpo, encontramos este pazos cuando todavía somos jóvenes, como una mala introducción a la sensualidad o el amor a la carne. Me refiero al tipo de ambición que se centra en la decoración del cuerpo y en la ropa lujosa, que los Padres llaman también vanagloria mundana. Porque el otro tipo de la vanagloria ataca a aquellos que se han destacado en la virtud y lleva consigo la presunción, la vanidad y la hipocresía. A través de estos pazos, el enemigo planea saquear y dispersar la riqueza espiritual.

Todas estos pazos se “psicoterapian” y se sanan por completo con la conciencia y el anhelo de la increada doxa-gloria celestial, junto con un sentido de indignidad por ella por parte de quien la desea. Además, ser constante en la humildad ante los demás, junto con la convicción de que es indigno para ella. Además, y considerando la gloria de Dios mejor que la suya propia, de acuerdo con aquel que dijo: “No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a Tu nombre da gloria” (Sal 113:9).

Y si ve que ha hecho algo loable, debe atribuir la causa del logro a Dios y considerar que también debe alabar a Dios con gratitud, no a sí mismo. Así, se alegrará porque recibió la virtud como un regalo, pero no se enorgullecerá, ya que no tendrá nada propio, y se humillará y tendrá sus ojos puestos día y noche hacia Dios, -para expresarme en términos salmódicos-, una sierva o esclava que tiene sus ojos a las manos de su señora (Salmo 122:2).

Y junto con esto, temerá tal vez separarse de Dios, el único que da lo bueno y nos mantiene en ello, y caer en el abismo de la maldad. Porque esto le sucede a quien se convierte en esclavo de la vanidad, la presunción y la ambición. En la psicoterapia y sanación de estos pazos malos, la retirada y la vida en soledad y la permanencia en la celda, ayudan especialmente, siempre y cuando alguien reconozca la debilidad de su propia voluntad y se considere indigno de relacionarse con otras personas. ¿Qué más son todas estas cosas sino «pobreza de espíritu», que el Señor ha bendecido?

Si alguien reflexiona sobre las vergüenzas y abominaciones que provienen de este pazos, evitará la vanagloria con toda su fuerza. En otras palabras, aquel que desea la gloria de los hombres, cae en la deshonra solo por las obras que realiza para alcanzarla. Porque al preocuparse por parecer hermoso y presumir de la gloria de sus antepasados y enorgullecerse de la vestimenta lujosa y cosas similares, revela que aún tiene conductas infantiles. Todas estas cosas juntas son como la tierra.

¿Y qué es más despreciable que la tierra? La monja que no usa la ropa solo para cubrirse y abrigarse, sino que se complace en las prendas suaves y lujosas, no solo muestra claramente la esterilidad de su psique-alma a quienes la ven, sino que también se rodea de la fealdad de las mujeres comunes. Antes que nada, escuche al Señor que dice: «¿Qué salisteis a ver? ¿A un hombre vestido lujosamente? Porque se sabe que los que llevan ropas lujosas están en los palacios de los reyes» (Mat 11, 8). Pero según el divino Pablo: “Nuestra política de gobierno y nuestra patria está en los cielos, y nuestro comportamiento es como los ángeles del cielo, de donde esperamos con mucho anhelo nuestro Salvador y Señor Jesús Cristo”, (Filip 3, 20),

Por lo tanto, no nos lancemos desde el cielo por la locura de las prendas de vestir, en los campamentos del gobernante de las tinieblas de este mundo (Efes 6, 12).

Lo mismo les sucede a aquellos que practican la virtud con el fin de ser glorificados por los hombres. Es decir, mientras que a ellos les corresponde tener su ciudadanía en los cielos, ellos cubren su gloria con tierra, atrayendo sobre sí la maldición davídica (Salmo 7:6). Porque ni sus oraciones ascienden al cielo, y todos sus esfuerzos caen a la tierra, ya que no tienen las alas de la agapi amor divino, que hacen que nuestras praxis, acciones terrenales alcancen el cielo. De modo que se cansan trabajando y no obtienen recompensa. ¿Y qué digo, no obtienen recompensa? Lo que ganan es la vergüenza, la confusión de loyismí (pensamientos simples o unidos con la fantasía), el cautiverio de la διάνοια diania (intelecto, mente) y la perturbación. Porque el Señor, según el Salmo, “ha dispersado los huesos de aquellos que son agradables a los hombres; han sido avergonzados, porque Dios los ha anulado” (Salmo 52:6).

Este pazos de complacer y gustar a los hombres es el más difícil de discernir entre todos los pazos. Por lo tanto, aquel que lucha contra él, no solo debe examinar la combinación o evitar el consentimiento, sino también considerar como consentimiento la simple provocación del pazos y estar atento y vigilante. Solo de esta manera podrá evitar la derrota más rápida. Si actúa de esta manera y es cuidadoso y atento, la provocación o el estimulo se convierte en un agente de humildad y dilatación del corazón, compunción; de lo contrario, prepara el terreno para la arrogancia y el orgullo. Quien ahora adquiere arrogancia, orgullo es difícil, o más bien imposible de “psicoterapiarse” y sanarse, porque esta caída es similar a la del diablo.

Pero incluso antes de esto, el pazos de complacerse a sí mismo y gustar a los hombres causa un daño tan grande a aquellos que lo tienen, que los hace naufragar incluso en su fe, de acuerdo con las palabras del Señor: “¿Cómo vais a creer vosotros en la verdad, puesto que buscáis y recibís doxa-gloria y honores los unos a los otros y no buscáis la verdadera doxa-gloria (luz increada) y el logos que viene del uno y único Dios?” (Jn 5:44). ¿Qué relación tienes tú, oh hombre, con la gloria de los hombres, o más bien con el nombre vacío de la gloria? Esto no es solo falta de gloria, sino que también nos priva de la verdadera gloria. Y no solo eso, sino que junto con otros engendra tambiénla envidia. Y la envidia es en sí misma un asesinato en potencia, y ella misma causó el primer asesinato y luego el fratricidio.

¿Entonces, en qué ayuda la gloria a la naturaleza humana? ¿La controla o la preserva, o acaso la corrige cuando falla y la sana? Nadie podría decir algo así. Nadie podría decir algo así. Y creo que esto desacredita las excusas como infundadas. Si alguien desea examinar con precisión, encontrará que la gloria humana es la que causa de manera insidiosa la mayoría de las vergüenzas y las pone de manifiesto, arrojando su rostro con descaro, a menudo avergonzando incluso a sus amantes. Incluso los maestros de las doctrinas griegas tienen la opinión de que sin ella, no se logra ningún éxito en la vida. ¡Ay y lástima por su engaño! Ni siquiera se avergüenzan de decirlo. Sin embargo, nosotros no hemos sido enseñados de esta manera, nosotros, que llevamos el nombre de Aquel que ha ungido amorosamente nuestra naturaleza humana con Su propio Ser, y que Lo tenemos también como Supervisor de nuestras obras.

A Él, a quien miran y a través de Él logran lo mejor, haciendo todo para la gloria (luz increada) de Dios (1 Cor 10:31) y ni siquiera quieren complacer a los hombres, o más bien, ni siquiera son agradables a los hombres, como dice el apóstol Pablo, nuestro legislador y el más alto de los iniciados en la Legislador de la ley. “¿A quién busco agradar por el Evangelio que os he predicado, a los hombres, a mí mismo o a Dios? Por supuesto que no. Si tratara de agradar a los hombres, no sería dulos-esclavo o sirviente de Cristo” (Gálatas 1:10).

Ahora, veamos si la pobreza, que el Señor alaba, también elimina el tercer nacimiento de malos deseos.  El tercer hijo de la psique-alma que está enferma en el deseo es la gula o glotonería, de la que nace toda impureza y suciedad carnal.

Pero, ¿por qué la mencionamos como la tercera y última en la serie, si es congénita desde nuestro nacimiento? Porque no solo la glotonería, gula sino también los movimientos naturales para la procreación se señalan a los niños desde una edad temprana. Entonces, pues, ¿por qué colocamos la enfermedad del deseo carnal en último lugar? Porque estas cosas son inherentes a nosotros por naturaleza, y lo que es natural es irreprochable, hecho por el buen Dios para que lo usemos en buenas obras. Por lo tanto, estos no son signos de una psique-alma enferma; sin embargo, se vuelven tales cuando se les da un mal uso y abuso.

Por tanto, cuando cuidamos de la carne para satisfacer sus deseos (Rom 13:14), entonces el deseo se convierte en un mal pazos, y la φιληδονία filidonía (amor al placer, hedonismo) se convierte en el principio de los pazos carnales y la enfermedad de la psique-alma.

Por lo tanto, en tales casos, primero el νοῦς nus (espíritu de la psique) es el que prueba el pazos. Y como los malos pazos y deseos comienzan inicialmente de la διάνοια diania (mente, intelecto, cerebro), por eso el Señor dice que “del corazón provienen los malos pensamientos, y estos son los que contaminan al hombre” (Mat 15:19). Pero incluso la Ley del Antiguo Testamento advierte: “Cuídate a ti mismo, no sea que secretamente hagas en tu corazón un pensamiento pecaminoso” (Deu15:9).

El que primero se dispone de forma apasionada e indecente es ciertamente el nus (espíritu de la psique), pero también él, después de reunir inicialmente a través de los sentidos la fantasía de los cuerpos sensibles, entonces los trata mal con apasionamiento. Principalmente, a través de los ojos, que primero pueden atraer la infección desde lejos, el nus con la mente se arrastra hacia el mal uso. Una clara prueba de esto es nuestra madre Eva; primero vio que el árbol prohibido era hermoso y agradable a la vista, y luego consintió en su corazón y tomó y comió de su fruto (Gén 3:6).

Por lo tanto, correctamente dijimos que la derrota ante la belleza de los cuerpos precede y es un preludio de los pazos vergonzosos e indecentes. Por eso, es un mandato paterno que nadie se interese por la belleza de los cuerpos extranjeros (S. Sirác 9:8) y no se narcisista con el suyo propio. Antes de que la diania (mente) se vuelva apasionada y malvada, aunque los pazos existen en los niños por naturaleza, no colaboran en el pecado; están solo para preservar la naturaleza.

Por lo tanto, no son malvados en sí mismos. Pero dado que los pazos carnales tienen su origen en el nus (espíritu de la psique) y el corazón apasionado, la psicoterapia y sanación debe comenzar desde allí. En el caso del incendio, si alguien intenta apagarlo limitando la llama desde arriba, no logra nada; pero si retira los materiales que alimentan el fuego desde abajo, inmediatamente se extinguirá.

Lo mismo ocurre con los pazos lujuriosos, sexuales. Si no secas la fuente de los pensamientos desde adentro con la oración y la humildad, sino que luchas contra ellos solo con el ayuno y la autodisciplina, estarás luchando en vano, fracasas. Pero si santificas la raíz con la humildad y la oración, como dijimos, también adquirirás la santidad externa. Esto es lo que creo que aconseja el Apóstol cuando dice que debemos ceñirnos la cintura con la verdad (Efes 6:14).

Este logos fue interpretado de manera muy elocuente por uno de los Padres, quien dijo que el intelecto del nus (espíritu de la psique) rodea apretando la parte anhelante de la psique-alma y comprime los pazos inferiores que están debajo de la cintura y el vientre. Sin embargo, el cuerpo también necesita autodisciplina y moderación en la alimentación para no ser insubordinado y más fuerte que el pensamiento.

Por lo tanto, también los pazos carnales no pueden ser “psicoterapiados” y sanados por nada más que la mortificación del cuerpo y la oración que proviene de un corazón humilde, lo cual es la “pobreza en espíritu”, la que el Señor bendijo. Entonces, si alguien desea la riqueza de la santidad, sin la cual nadie verá al Señor (Hebr 12:14), que permanezca en su celda disciplinado, sufriendo y orando con humildad.

La celda del buen monje es un puerto de templanza y autocontrol. Y todo lo que está fuera de la celda, especialmente lo que se encuentra en las plazas y las reuniones, constituyen una vorágine de lujuria e inmoralidad que se forma por escandalosas escuchas y visiones, y hunde la psique-alma miserable del monje que se encuentra en ellas.

Pero incluso puedes llamar fuego al mundo de la maldad, que quema a quienes se acercan a él y consume todas sus virtudes. Mientras que el fuego que no quema se encontró en el desierto (Éx 3:2). Tú, en lugar de estar en el desierto, debes permanecer en tu celda y aislarte un poco, hasta que pase el invierno de la furia del apasionamiento del pazos (Isaías 26:20).

Cuando eso pase, la permanencia al aire libre no te dañará. Entonces, de hecho, serás verdaderamente «pobre de espíritu», y obtendrás el dominio sobre los pazos, y te bendecirá con el esplendor el Señor que dijo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reinado de la Realeza increada de los cielos» (Mateo 5:3). ¿Y cómo no serán bendecidos justamente aquellos que no tienen sus esperanzas en la riqueza, sino en Él? ¿Aquellos que no desean agradar a otros, sino a Él? ¿Aquellos que viven con humildad ante Él? Así que, también nosotros, hagámonos «pobres de espíritu», después de humillarnos, disciplinarnos y sufrir en la carne, y nos hagamos sin posesiones, para que la realeza increada de Dios sea nuestra y alcancemos las bienaventuradas esperanzas, heredando el reinado de la realeza increada de los cielos.

Nuestro Señor nos dio algunos logos sinópticos o concisos que resumen el Evangelio de nuestra salvación, uno de los cuales es la bienaventuranza que hemos analizado. En ella, como hemos visto, incluyó muchas virtudes y excluyó muchas maldades, bendiciendo a aquellos que, basándose en ella, cortan adecuadamente la parte pasiva o emocional de sus psiques-almas con la metania. Pero no es solo eso.

En este logos, el Señor incluyó muchas otras cosas similares a la acción no con la circuncisión, sino con el frío extremo y el congelamiento, la nieve, la escarcha y los vientos fuertes, y en general, con la aflicción que sufren las plantas tanto en invierno como en verano, expuestas al frío y al calor, sin las cuales ninguna planta puede madurar su fruto. ¿Cuáles son estas cosas? Los diversos desafíos y tentaciones que vienen y que es necesario soportar con gratitud aquellos que están destinados a dar fruto al Agricultor de los espíritus. Las diversas tentaciones que vienen y que es necesario que uno las soporte con gratitud, aquel que está destinado a dar fruto al Agricultor de los espíritus.

Es decir, cuando alguien se compadece de las plantas de la tierra que están sufriendo y las protege, construyendo un techo sobre ellas y no permitiendo que sufran las adversidades de los cambios climáticos, no recoge fruto incluso si las poda, las limpia y las cuida. Debe permitir que soporten todo; porque así, después de pasar la dificultad del invierno y llegar la primavera, brotan, florecen, se llenan de hojas y se desarrollan junto con los frondosos brotes hermosos y los frutos inmaduros, que bajo los ardientes rayos del sol crecen lentamente y maduran gradualmente, volviéndose aptos para la alimentación y la recolección.

Así, aquel que no soporta con valentía la carga pesada de las tentaciones y pruebas, aunque no le falte ninguna de las otras virtudes, nunca dará frutos dignos para el divino lagar y el almacén divino. Porque todo luchador se perfecciona con la paciencia de los esfuerzos voluntarios e involuntarios, por los cuales algunos tienen causas externas y otros son emprendidos por nosotros mismos.

Todo lo que sucede en las plantas de la tierra debido a la naturaleza y las invenciones agrícolas y los cambios de las estaciones, eso mismo sucede por nuestra elección también en nosotros, los sarmientos lógicos de Cristo, cuando obedecemos a Él, el Cultivador de nuestras psiques-almas, siempre y cuando seamos autodisciplinados. Sin paciencia en aquellas cosas que nos encuentran involuntariamente, tampoco los esfuerzos que realizamos según nuestra voluntad serán bendecidos por Dios. Porque el amor a Dios se pone a prueba especialmente con la aflicción y tristeza de las tentaciones y pruebas.

Por lo tanto, la psique-alma debe lograr primero las cosas voluntarias, y después de que nos hayamos habituado a despreciar la gloria y el placer, entonces soportaremos fácilmente también las tentaciones involuntarias.

Aquel que, para la ‘pobreza espiritual’, desprecia la gloria y el placer, y considera que él mismo es digno de recibir los remedios más drásticos de la metania, siempre espera cualquier aflicción y tristeza y recibe con gratitud cada tentación como si fuera necesaria. Y se regocija por ello, porque lo ve como una catarsis purgación para su psique-alma. Y convierte la ocasión de la tentación en una intensa y muy efectiva súplica a Dios, creyendo que Dios mismo le proporciona y preserva la salud de su psique-alma. Y no solo perdona con gratitud a aquellos que lo afligen, sino que también los agradece y ora por ellos como si lo hubieran beneficiado. Por eso, no solo recibe el perdón de sus pecados, según la promesa del Señor, sino que también alcanza el reinado de la realeza increada de los cielos y la bendición divina, y es bendecido y bienaventurado por el Señor por su paciencia y tolerancia hasta el final, con un espíritu de humildad.

Después de haberme referido brevemente a algunos aspectos de la circuncisión espiritual, ahora agregaré algo sobre la abundante cosecha que resulta de la ‘pobreza espiritual’. Luego pues, en aquellos que han adquirido la riqueza inalienable por la “pobreza en espíritu”, el  Señor, el único bienaventurado, hace participantes de Su bienaventuranza a aquellos que están de luto y lloran, diciendo: “Bienaventurados y felices los que están en luto, afligidos por sus pecados y del mal que domina al mundo, porque ellos serán consolados por Dios” (Mateo 5, 4). ¿Por qué Cristo ha unido el luto y llanto con la pobreza? Porque siempre coexisten juntos.

Πένθος (penzos) luto: en los textos patrísticos, es “la lipi tristeza o luto según Dios, es sufrimiento del que nace la metania”.

El “luto según Dios” no se identifica con el luto cósmico mundano, el que sienten los hombres cuando por ejemplo, pierden seres queridos, sino que es resultado de su concienciación del pecado y la creación de sanas vivencias y experiencias mediante la metania y el regreso al Señor. Se trata de un luto con originalidad propia, que con la increada energía divina Jaris, combina la alegría y la tristeza del luto (“luto alegre, pena-alegre”). No causa conflictos ni perturbaciones psíquicas, todo lo contrario trae paz y serenidad en la psique y buena disposición para cumplir los divinos mandamientos, logos y esperanza en Dios.)

Sin embargo, la tristeza por la pobreza material causa la muerte de la psique-alma, como dice el Apóstol (2 Cor 7, 10), mientras que la tristeza por la pobreza espiritual según Dios conduce a la metania y el arrepentimiento para la salvación de la psique-alma, por la cual nadie se arrepiente.

En la primera pobreza, que es involuntaria, sigue el luto o duelo involuntario, mientras que en la pobreza voluntaria sigue por necesidad el luto voluntario. Y como el luto que se considera bienaventurado aquí está unido a la pobreza según Dios y la acompaña necesariamente, y de ella, como causa, depende por completo de ella,  también recibe de ella, lo que es espiritual y voluntario.

Pero veamos cómo la bienaventurada pobreza engendra el bienaventurado penzos luto o duelo.

Cuatro son las formas de pobreza espiritual, como se mostró el logos anterior. Son la pobreza en la moral, en el cuerpo, en la riqueza material y en las tentaciones que vienen desde afuera. Sin embargo, alguno que ve que los menciono por separado, no debe pensar que la energía y operación de cada uno de ellos es por separado. Porque cada uno de ellos opera junto con los demás. Por eso, están incluidos en una bienaventuranza que al mismo tiempo indica maravillosamente cuál es la raíz y la causa de todo esto, es decir, que es nuestro espíritu.

Porque esto, cuando se instala, como dijimos, la jaris gracia del evangelio, brota desde lo más profundo de sí mismo una fuente de pobreza que riega toda la faz de nuestra tierra (Gén 2, 6), es decir, al ser humano exterior, y lo convierte en un paraíso de virtudes. Entonces, hay cuatro tipos de pobreza espiritual, y de cada uno nace el correspondiente penzos luto o duelo, junto con el correspondiente consuelo.

De la pobreza corporal voluntaria y la humildad (que incluye el hambre, la sed, la vigilia y en general todas las aflicciones y sufrimientos del cuerpo, junto con ellos la mortificación de los sentidos), no solo nace penzos luto, sino también las lágrimas. Es decir, tal y como la indiferencia, la insensibilidad y la dureza del corazón nacen de la comodidad, el placer y el bienestar, de la misma manera, de la autodisciplina o autodominio y la dieta controlada nacen la contrición o quebrantamiento del corazón y la katánixis (dilatación del corazón, compunción), que evitan toda amargura y traen una dulce alegría.

Porque ciertamente es imposible, como dicen, liberarse de la maldad sin la contrición o quebrantamiento del corazón. La contrición en el corazón también la trae la triple autodisciplina: del sueño, de la comida y del descanso corporal. Y una vez que a través de esta misma contrición la psique-alma sea liberada de la maldad y la amargura, da paso a la alegría espiritual. Esta es la consolación por la cual el Señor bendice a aquellos que están en penzos luto o duelo. También dice Juan el Sinaíta, quien escribió para nosotros la Escala Espiritual: ‘La sed y la vigilia aplastan el corazón. Y cuando esto sucede, brotan las lágrimas’. Él dice que aquel que lo experimente, se reirá consolado debido a ellas, con la bendita risa que el Señor prometió (Luc 6:21). Así se nace de la divina pobreza el luto o duelo que consuela y hace bienaventurados a quienes lo obtienen.

Ahora veamos cómo nace el penzos luto o duelo del otro tipo de pobreza, es decir, la moral temerosa y la humildad divina de la psique-alma. La autoacusación o autocrítica siempre acompaña a la humildad de la psique-alma y, al principio, añade una intensidad extrema al temor al infierno, presentando ante los ojos la horrorosa combinación de diversas torturas opuestas en una sola, aumentando aún más el miedo por el recuerdo de que el infierno es inefable, ya que es peor de lo que se ha dicho sobre él. ¡Pero cuánto añadido tiene la interminable duración de los males! Calor y frío, oscuridad y fuego, agitación y quietud, ataduras, miedos y mordeduras de bestias inmortales, todas estas cosas se reúnen en esa condena, pero ni siquiera todas estas cosas representan ese mal, el cual, según la Escritura: ojo no lo puede ver, oído no puede oír y ninguna inteligencia y mente humana puede concebir e imaginar (1 Corintios 2:9).

Pero ¿qué es este penzos luto o duelo inconsolable e interminable? Para aquellos que han pecado contra Dios, el luto nace del reconocimiento de sus pecados.

Por tanto, después de que toda esperanza haya sido examinada y eliminada de ellos y se hayan desesperado por la salvación, el examen (remordimiento) involuntario de la conciencia multiplica en cada uno el dolor o aflicción inminente a través del luto o duelo. Y este penzos duelo una vez más y siempre, ya que nunca terminará, se convierte en el motivo de otro penzos luto y en otra terrible oscuridad y en un calor insoportable y en un abismo de aflicción, pena inenarrable. Sin embargo, este penzos duelo en sí mismo es muy beneficioso en esta vida.

Porque Dios obedece con compasión y misericordia, ya que descendió a visitarnos, y prometió consuelo, ayuda y alivio a aquellos que están en penzos luto o duelo de esta manera, ya que Él mismo se llama Paráclito/Consolador (Juan 14:16). Por tanto, ¿has visto el penzos luto, duelo de la psique-alma humilde y el consuelo que sigue? Pero incluso la autoacusación o autocrítica por sí sola, cuando se coloca como una carga mental en la parte lógica de la psique-alma y persiste durante mucho tiempo, la rompe y la presiona, y produce el vino salvador que alegra el corazón del hombre, es decir, nuestro hombre interior. Y tal vino es la katanixis compunción, dilatación del corazón. Porque a través del luto, duelo, la autoacusación o autocrítica aplasta incluso los pazos y llena el corazón de una alegría bendita y bienaventurada, después de liberarlo de la tremenda carga. Por eso, son bienaventurados y felices los que están en luto, afligidos por sus pecados y del mal que domina al mundo, porque ellos serán consolados por Dios (Mat 5:4).

Ahora vamos a hablar sobre la “insolvencia, sin posesión”, es decir, la pobreza en cuanto a riquezas, posesiones y fortunas, unida, por supuesto, a la pobreza espiritual, como mencionamos anteriormente. Porque solo cuando se practican todos los tipos de pobreza juntos, son perfectos y agradables a Dios. Así que, escucha con atención y mente abierta para aprender cómo llega el penzos luto, duelo y el consuelo correspondiente a partir de este tipo de pobreza.

Cuando una persona renuncia a todo y se deshace del dinero y las posesiones, abandonándolos o compartiéndolos a los pobres según el mandato, y aleja su psique-alma de la preocupación por estas cosas, entonces la hace volver su atención hacia el autoexamen, liberada ya de distracciones externas.

Y cuando el nus (espíritu de la psique) se aleja de todos los sentidos y se eleva por encima del tumulto que le inunda y observa al hombre interior, primero ve la horrenda imagen o careto que adquirió durante su peregrinaje en la tierra, y se apresura a limpiarla con el penzos luto, duelo. Luego, después de quitar esa cubierta desagradable y cuando la psique-alma ya no se dispersa indecentemente en diversas preocupaciones, el nus entra en los verdaderos «tesoros» (Mat 6:6) – es decir, en los lugares internos y profundos de la psique-alma – y allí ora al Padre invisible.

Y Él le concede principalmente el regalo que es un recipiente de los carismas divinos, es decir, la paz de los pensamientos, después de lo cual perfecciona la humildad que engendra, genera y sostiene toda virtud. No, por supuesto, la humildad que consiste en palabras y formas que cualquiera puede encontrar fácilmente, sino aquella que es confirmada por el bueno y divino Espíritu, la cual el mismo Espíritu construye cuando se instala en lo más profundo de la psique-alma. Así que, en medio de la paz y la humildad, como dentro de una fortaleza segura del paraíso del nus (espíritu de la psique), brotan todo tipo de árboles de virtud genuina y real. En el centro de ellos se erigen los sagrados palacios de la agapi amor divino incondicional, en cuyas puertas florece, como preludio de la vida futura, la alegría inefable e inalienable.

La “insolvencia, sin posesiones” es madre de la despreocupación. La despreocupación, de la atención y la oración. Ellas son las madres del penzos luto, duelo y de las lágrimas. Estas eliminan los hábitos perniciosos. Cuando se han eliminado, el camino hacia la virtud se hace más fácil, porque desaparecen los obstáculos en el camino y la conciencia ya no acusa. De aquí proviene la alegría y la bendita risa de la psique-alma. Entonces, incluso las lágrimas dolorosas se transforman en dulces, y las palabras de Dios se vuelven dulces en la garganta, más dulces que la miel en la boca (Sal 118:103), y de la súplica, la oración se convierte en acción de gracias, y el estudio de los mandamientos divinos es la alegría y el gozo de la psique-alma, con una esperanza infalible que, como un anticipo de los cielos, se acerca a la psique-alma mediante la experiencia de este sabor y le enseña en parte la inmensa riqueza de la bondad de Dios, de acuerdo con las palabras de David: ‘Gustad y ved que el Señor es bueno’ (Salmo 33:9). Él es el gozo de los justos, la alegría de los rectos, la felicidad de los humildes, el consuelo de aquellos que están en penzos luto o duelo por Él.

¿Qué pasa entonces? ¿La consolación llega solo hasta aquí? ¿Son solo estos los regalos de la sagrada unión? ¿Más allá de ellos, el Novio de las psiques-almas no revela claramente a Sí Mismo a aquellos que han experimentado el bienaventurado penzos luto, duelo (aflicción), se han “psicoterapiado” y purificado y están adornados con virtudes como novias? Por supuesto que no. Por lo que vamos a decir ahora, algunos por envidia estarán listos para acusarnos, diciendo algo así: ‘No debes hablar en nombre del Señor; de lo contrario, difamaremos tu nombre, difundiremos calumnias y falsas acusaciones en tu contra’. Pero vamos a ignorarlos y continuemos con nuestro logos escrito, creyendo y diciendo las palabras de nuestros Santos Padres y confiando en ellas para convencer a los demás. Porque la Escritura dice: “Creí, por eso hablé” (Sal115:1; 2Cor 4:13), así que nosotros también creemos, por eso hablamos.

Por lo tanto, cuando se expulsan todos los pazos pecaminosos, viciosos e insidiosos que residen en nosotros y el nus (espíritu de la psique), como mencionamos, volviéndose completamente en sí mismo y en las otras facultades y fuerzas de la psique-alma, y embellece la psique-alma cultivando las virtudes, avanzando hacia lo más perfecto y anhelando nuevas ascensiones prácticas, y purgando, purificando más y más a sí misma con la ayuda de Dios, no solo elimina todas las marcas del mal, sino que también quita de en medio cualquier elemento adquirido, por más bueno que parezca que sea.

Y después de haber subido por encima de las inteligencias y de las nociones relacionadas con ellas, -aquellas que no están libres de fantasías-, y habiéndolas desechado todas para agradar y amar a Dios, y habiendo permanecido delante de Dios mudo y sin voz, entonces el nus (espíritu de la psique) se vuelve materia en las manos de Dios y recibe sin obstáculos la divina remodelación, porque ya nada del mundo exterior lo molesta. Y la χάρις jaris (gracia, energía increada) interior lo cambia para mejor y, de manera más sorprendente, ilumina internamente con una luz inefable e increada y perfecciona al hombre interior.

Aí que, cuando el día se ilumina en nuestros corazones, según las palabras del puntal de los Apóstoles (2 Pedro 1:19), y la aurora amanece en ellos, sale realmente el verdadero hombre, -el νούς nus (espíritu de la psique)- se embarca en su obra principal, según el logos profético (Sal 103:23), y avanza por el camino con la luz increada y sube a montañas eternas (Sal 75:5).

Y, ¡oh qué maravilla!, dentro de esta luz increada contempla las realidades sobrenaturales, sin separarse del cuerpo material con el cual fue formado desde el principio, o separándose de él según el grado de ascensión. No asciende con las alas fantásticas de la διάνοια diania (mente, intelecto) que merodea como ciega, sin tener una comprensión precisa y segura ni de las realidades ausentes perceptibles ni de las altas realidades intelectuales e inaccesibles por la mente.

Sino que asciende realmente con el inefable poder y energía del Espíritu, y, con una percepción espiritual inefable, oye los ‘inefables logos (2Cor 12:4) y ve las realidades invisibles. Y se llena completamente de asombro y admiración, aunque esté ausente de allí, y compite con los incansables cantores de himnos, los ángeles, como si fuera otro ángel terrenal de Dios. Y a través de sí mismo, ofrece a Dios toda la creación, porque él mismo participa de todas las cosas, y ahora participa incluso de lo que está por encima de todo, para demostrar que lleva la imagen divina con precisión.

El Santo Nilo dice sobre esto: ‘El buen estado de la nus (espíritu de la psique) es una elevación intelectual, similar al color celestial, donde, en el momento de la oración, desciende la luz increada de la Santísima Trinidad’. Y de nuevo: ‘Quien desee ver el estado de su nus, debe privarse de todas las nociones, y entonces verá su nus similar a una esmeralda o a un color celestial’. Esto es imposible realizarse sin ἀπάθεια apázia (sin pazos o impasibilidad), ya que requiere la colaboración de Dios y que Él le proporcione Su luz correspondiente.

Y el Santo Diádoco dice: «La jaris gracia increada nos otorga dos cosas mediante el bautismo, una de las cuales es infinitamente superior a la otra. Primero, nos renueva en el agua y hace brillar la imagen de Dios en nosotros, limpiando toda la mancha del pecado. Pero para la otra, espera nuestra cooperación.

Por lo tanto, cuando, el nus con sentido profundo comienza a experimentar y saborear la bondad del Espíritu Santo, entonces debemos conocer que la jaris gracia increada en el “como a imagen” comienza a grabar y pintar el “como a semejanza” en nuestra psique-alma. Sin embargo, la perfección de la semejanza, similitud la entenderemos a través de la iluminación”. Y de nuevo: “La agapi, amor espiritual nadie puede poseerla si no es iluminado por el Espíritu Santo con toda información interna.

Porque si el nus (espíritu de la psique) no recibe completamente lo “como semejanza” a través de la increada luz divina, puede poseer todas las demás virtudes, pero aún carecerá de la agapi perfecta.»

También, aprendemos de San Isaac que, en el tiempo de la oración, el nus agraciado e iluminado ve su propia pureza y lucidez, similar a un color celestial; este estado se llama el ‘lugar de Dios’ por los ancianos de Israel cuando se les manifestó en el monte Sinaí (Éx 24:9-10). También dice: ‘La pureza del nus es la condición en la cual irradia, en el momento de la oración, la luz increada de la Santa Trinidad’.

El νοῦς nus (espíritu de la psique) que ha sido digna de recibir esta luz increada, transmite muchas señales y signos de la belleza divina al cuerpo unido a él, actuando como un intermediario entre la jaris gracia divina y la densidad de la carne, proporcionando fuerza incluso para lo imposible. De esto emana la forma divina e incomparable de la virtud y la imperturbabilidad o la perfecta inmovilidad hacia el mal.

De esto también proviene el Logos, que aclara en el nus (espíritu de la psique) los logos (causas o razones) de las cosas y apocalipta revela, por su pureza, los misterios de la naturaleza. A través de esto, la διάνοια diania (mente, intelecto) de aquellos que los logos los reciben con fe se eleva proporcionalmente hacia la comprensión de lo que está más allá de la naturaleza, lo cual el Padre del Logos realiza mediante contactos inmateriales.

Además, de esto emanan diversas maravillas milagrosas, así como la clarividencia, la perspicacia, la previsión y la narración de los cosas que suceden en algún lugar lejano, como si estuvieran presentes. Lo más importante es que estas no son el objetivo de las psiques-almas bienaventuradas. Así como cuando alguien mira hacia un rayo de sol y distingue las partículas de polvo suspendidas en el aire, aunque ese no sea su objetivo, de la misma manera, aquellos que reciben las radiaciones divinas en pureza y lúcidas, las cuales por su naturaleza apocaliptan revelan todo, inevitablemente adquieren, como un efecto secundario, la gnosis (conocimiento increado) no solo de lo que existió o existe, sino también de lo que está por venir, según su pureza y lucidez.

Sin embargo, su búsqueda primordial es el retorno y la concentración del nus (espíritu de la psique) en sí mismo, o más bien, el retorno de todas las facultades y fuerzas de la psique-alma hacia el nus, -aunque este logos parece paradójico- a través de la energía y operación del nus según Dios, se corrigen para que se asemejen al Prototipo, a Dios mismo, y alcancen un estado espiritual saludable, ya que la jaris (gracia, energía increada) los devuelve a la belleza primordial e inefable. A tal altura eleva el bienaventurado penzos luto o duelo a aquellos que son “humildes de corazón y pobres en espíritu” (Mat 5:3).

Dado que estas cosas, debido a la negligencia que anida en nosotros, están por encima de nosotros, volvamos a sus fundamentos y añadamos un poco más sobre penzos el luto o duelo (según Dios). Esto se aplica a todos los tipos de la involuntaria según el mundo pobreza. Es decir, ¿cómo puede alguien no entristecerse si carece de dinero, pasa hambre sin desearlo, y trabaja mucho y es menospreciado? Sin embargo, este penzos luto no tiene consuelo, especialmente a medida que la pobreza se profundiza, o más bien, a medida que el propio pobre no tiene la gnosis conocimiento verdadero.

Porque, de hecho, él no subordina las percepciones o sensaciones placenteras y dolorosas a la parte lógica de la psique-alma, sino que más bien se somete a ellas mediante un uso erróneo de su lógica, las aumenta sin ningún beneficio, como no debía ser, o incluso con un gran perjuicio para sí mismo. Porque da señales y pruebas claras de que no ha creído inquebrantablemente en el Evangelio predicado por Cristo y en la enseñanza de los profetas que Le precedieron y de los discípulos y apóstoles posteriores a Él.

Porque, en efecto, la pobreza es la que otorga y regala riqueza inagotable, la sencillez otorga una doxa-gloria inefable, la templanza otorga placer sin dolor, y la paciencia en las pruebas otorga liberación de la eterna angustia y aflicción que amenaza a aquellos que amaron la vida paralizada aquí y no eligieron pasar a través de la estrecha puerta y el camino (Mat 7:14). Por lo tanto, correctamente el Apóstol Pablo dijo que la tristeza según el mundo produce muerte (2 Cor 7:10), porque, con lo que mencionamos anteriormente, se demostró que es el pecado el que conduce a la muerte.

Si la verdadera vida de la psique-alma es la luz divina que proviene del penzos luto o duelo según Dios, según los Padres, entonces la muerte de la psique-alma es la oscuridad demoníaca que se produce de la tristeza mundana y terrenal en la psique-alma. Es esa oscuridad de la que San Basilio el Grande dice que el pecado tiene su existencia debido a la ausencia del bien y toma la forma de la oscuridad espiritual y mental con acciones injustas.

Pero también San Marcos dice: “Aquel que está rodeado de malos loyismí (pensamientos simples o unidos con la fantasía), ¿cómo puede ver el pecado real que lo cubre? Esto es oscuridad y neblina de la psique-alma que ha caído en ella debido a malas ideas, palabras, acciones y praxis astutas indecentes. Aquel que no ha visto este pecado conciso, ¿cuándo suplicará ser “psicoterapiado”, purgado y purificado de ello? Y aquel que no hace la catarsis, no se purga, no se purifica, ¿cómo encontrará el lugar de su naturaleza pura? Y aquel que no ha encontrado ese lugar, ¿cómo verá el interior más profundo de la casa o morada de Cristo? Por lo tanto, debemos golpear la puerta de Su casa con una oración persistente y buscar no solo adquirirla, sino también preservarla. Porque hay personas que la han perdido después de haberla obtenido. Un conocimiento superficial y sutil, o experiencias casuales de estas cosas, quizás sean conocidas, incluso por los recién llegados y jóvenes. Sin embargo, la labor paciente y perseverante solo es dominada por los ancianos piadosos y muy experimentados.”

De acuerdo con estos dos, también lo afirma San Macario, el celestial en gnosis (conocimiento increado), y toda la asamblea de los Santos. Pero, igual que esta oscuridad toma su existencia de los pecados, así si examinas la tristeza según el mundo, encontrarás también que nace y se fortalece de todos los pazos.

Por lo tanto, es una imagen/icona y de alguna manera un comienzo y una premonición del penzos luto o duelo eterno en el que se hundirán aquellos que no han preferido el penzos luto que el Señor bendijo y bienaventuró, el luto (divino) que no solo conlleva la consolación divina, fructificando el sabor por anticipo, sino que también asegura la virtud, haciendo que la psique-alma sea inmutable e inamovible hacia las cosas peores.

Porque si alguien se hace pobre y humilde y busca la humildad divina según Dios, pero no obtiene el penzos luto o duelo, avanzando hacia lo mejor, puede fácilmente transformarse y regresar con sus pensamientos a lo que había abandonado, anhelando nuevamente lo que había dejado atrás, convirtiéndose en transgresor. Por otro lado, si permanece y se esfuerza por mantener la bendita y bienaventurada pobreza, entonces creará dentro de sí el penzos luto y ya no tendrá la tendencia a volver atrás y retroceder hacia donde una vez hizo bien de escapar. Porque la aflicción o tristeza según Dios, como dice el Apóstol produce metania que lleva a la salvación. “Pues la tristeza querida según Dios produce beneficio espiritual y metania saludable y salvífica, de la que no hay por qué lamentarse; mientras que la tristeza según el mundo engendra depresión y lleva a la muerte espiritual” (2Cor 7:10),.

Por eso, alguien de los Padres decía que el luto, duelo trabaja y protege (Gén 2, 15). Y no es esta la única ganancia del luto, que el hombre se vuelve casi inmune al mal y no vuelve a sus pecados anteriores, sino que también estos pecados se consideran como si no hubieran ocurrido. Es decir, como el hombre primero se lamenta por ellos, Dios los tiene en cuenta como involuntarios. Y no hay responsabilidad por lo involuntario.

Aquel que está en penzos luto o duelo por su pobreza, demuestra con ello que su pobreza no es voluntaria, por eso, caerá en las trampas del diablo junto con los ricos o aquellos que desean enriquecerse (1Tim 6, 9). Y si no cambia y no corre para escapar de estas trampas, será enviado al infierno eterno junto con el diablo. Así que aquel que ha pecado contra Dios, si continúa estando en penzos luto o duelo constantemente, no se le considerarán sus pecados como voluntarios y avanzará sin obstáculos en el camino de la vida eterna, junto con aquellos que no han pecado.

Así que esta es la ganancia del principio del penzos luto o duelo, que está lleno de gran dolor, porque está unido al temor de Dios. Sin embargo, cuando el penzos luto avanza, se une a la agapi amor incondicional de Dios de una manera maravillosa y cosecha la dulce y santa consolación, ya que la persona que tiene penzos luto, como una cualidad, saborea la bondad del Paráclito o Consolador.

Este consuelo es inaudible para aquellos que no lo han experimentado, porque es inefable, indescriptible. Si nadie puede informar sobre la dulzura de la miel a quienes nunca la han probado, ¿cómo puede alguien describir el placer y gozo de la santa alegría y de la χάρης jaris (gracia, energía increada) de Dios a aquellos que no lo han experimentado? Y, por supuesto, el comienzo del penzos luto se asemeja a la solicitud de un compromiso y de unión con Dios, que parece casi imposible.

Por eso, aquellos que anhelan al Novio, se entristecen están en penzos luto al verlo que no se complace, y le dirigen algunas palabras como las que preceden a la solicitud de matrimonio. Llorando con lamentos, porque Él no está cerca de ellos y quizás nunca venga. Pero el final del luto o duelo es la pura y perfecta unión nupcial.

Por eso, Pablo también, después de llamar gran misterio a la unión de los esposos en una carne, añadió: “Hablo, por supuesto, de Cristo y la Iglesia” (Efes 5:32). Porque al igual que los esposos son una carne, así también los hombres de Dios son un espíritu con Dios. Lo mismo se dice en otro lugar con claridad: “Pero el que se une al Señor de un modo misterioso se hace un espíritu con él, y es santificado por Él” (1Cor 6:17).

Entonces, ¿dónde están aquellos que dicen que la jaris gracia increada que habita en los Santos de Dios es creada? Deben saber que están blasfemando contra el mismo Espíritu, que, al transmitir la χάρις jaris (gracia, energía increada), se ha unido con los Santos. Sin embargo, permíteme dar un ejemplo más claro sobre nuestro tema. El comienzo del penzos luto o duelo se asemeja al regreso del hijo pródigo. Por eso, llena de consternación y tristeza al que está en penzos duelo y lo hace pronunciar esas palabras: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (Luc 15:21).

El final del penzos luto, duelo, una vez más, se asemeja a la anticipación y el abrazo del Padre celestial, cuando el hijo, al contemplar la riqueza de la infinita misericordia del Padre y muriendo de alegría y audacia, aceptaba Sus besos y se los devolvía. Y al entrar en la casa paterna, se sentaba a la mesa y junto con el Padre disfrutaba del gozo y la alegría celestial.

Venid, y postrémonos nosotros también, con la bienaventurada y dichosa pobreza, y lloremos delante del Señor y Dios nuestro (Sal 94:6), para borrar nuestros pecados anteriores, para hacernos inmóviles ante la maldad y alcanzar al Paráclito, Consolador, quien nos concederá Su consolación, y glorificaremos a Él, junto con el Padre sin principio y el Hijo Unigénito, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

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